Amigo, me desperté feliz y emocionado el domingo. Si no hubiera sido por mi crisis financiera, que a veces está llena de fantasmas en mis noches, habría tenido un sueño más reparador y me habría despertado más tranquilo y feliz. Todo esta bien.
Un sábado glorioso. Maracan está lleno como las grandes ocasiones. Una fiebre del lino que aparece cuarenta minutos antes que nada. Seamos realistas, este país rojo-negro en Marrakech es hermoso.
Pero del más allá había dos gladiadores, Sopranacural de Almeida y Gravitinha, en conflicto emocional. Este último mejoró. Con la mayor nobleza.
De eso quería hablar. Tengo un gran respeto por Argentina. En la gripe ya teníamos argentinos icónicos como Conca y Dowell, que estaba en la era de las máquinas. A diferencia de muchos, creo que la gente de Argentina es generosa y devota. Centrándose en las peculiaridades de la condición humana.
Por eso creo que, cuando cobró el penalti en Flamenco el domingo, Argentina miró lastimosamente alrededor de las gradas de la canoa, reflexionando por un momento sobre el duelo del Flamenco y la conmoción y tristeza de los rojinegros, y pensó. Debe patear para permitir la defensa del portero contrario. Así que llamó casi normalmente.
¿Por qué? Como estaba decidido a ganar el título, la eliminatoria era absolutamente segura de que el plan trazado por el técnico Abel no podía ser superado por Flav.
Y también porque es un generoso y clásico. Canoe no quiere humillar a Flow, quién sabe, un potencial fracaso en contraataques catastróficos.
Gran espíritu humano. Los argentinos somos así, estos neutrófilos son hermanos.
Estimado lector, imagine el partido Boca Juniors X River Plate en Pompeya. La aplastante victoria de Boga. Sería natural que la multitud ‘Xeneizes’ despertara una alegría sorda e incontrolable. Sí definitivamente. Pero de repente, como un milagro, la multitud victoriosa cae en un profundo dolor, en piedad por los vencidos. Entre los estandartes y banderas azules y amarillas, se sentaron en la tribuna como si fueran un gran obstáculo y, sin consuelo, comenzaron a derramar lágrimas. Y estarán marchando su incontrolable solidaridad por el estadio en las inmediaciones de La Boca con Colley Brandson y de otras maneras.
Bueno, querido lector, le repito: los argentinos somos así.
La canoa grande es parte de esa raza humana.
Y no olvidemos que nuestro Santo Padre el Papa Francisco es de Argentina.